Tras la eliminación de Ana Ivanovic a manos de la cuatro del mundo Agnieska Radwanska, el estadio Rod Laver se preparaba para una nueva actuación del bicampeón defensor, Novak Djokovic, pero lo menos esperado era que su rival de turno, el suizo Stanislas Wawrinka, fuera tan protagonista como el serbio.
Wawrinka comenzó jugando de una manera extraordinaria, pegándole duro a la pelota con los latigazos que lo caracterizan e imponiéndose en el primer set con un contundente 6/1 para sorpresa de todos; pero más sorpresivo aún fue la no reacción de Djokovic, quien veía como se le escurría el segundo parcial cuando el 15° preclasificado se adelantaba 5/2. Sin embargo, con la garra propia del tricampeón de Australia, se despertó para ganar cinco games consecutivos y llevarse ese set por 7/5.
En el tercero las cosas siguieron muy parejas hasta el décimo juego, donde Nole quebró y cerró el parcial por 6/4. El suizo no bajó los brazos y siguió con su juego de ataque, lastimando con su revés paralelo y llevando la definición al tie-break, en el que con un mini-break llevo el partido al set definitivo, ganando el desempate por 7-5.
El quinto set fue épico, con un break por lado en los dos primeros games y a partir de ese momento contundencia en cada uno de los turnos al saque de ambos jugadores. Puntos largos, calambres en los cuadriceps por parte de Wawrinka y masajes del trainer en cada cambio de lado le dieron un sabor especial a la definición, que llegó luego de cinco horas de juego, cerca de las dos de la mañana de Melbourne. Tras cuatro break points en el saque del suizo 10/11, un punto muy largo que ambos disputaron como si fuera el primero del encuentro, le dio la victoria a Novak Djokovic, quien cerró con un passing cruzado de revés excepcional. Así el serbio se ganó el boleto a los cuartos de final para enfrentar al checho Tomas Berdych y seguirá defendiendo su corona y su trono como número uno del mundo, ya que si gana el próximo partido se asegurará el primer lugar del ranking.
Wawrinka se fue despedido bajo una ovación, con lágrimas en los ojos, seguramente de rabia y dolor por haber tenido al mejor jugador del momento entre las cuerdas y no haber podido aprovechar la oportunidad.
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